Antonio José Martínez Rodríguez (Beas de Segura, Jaén, 1971) es un imaginero autodidacta con una intensa formación artística y religiosa. Su juventud en el seminario decidió el rumbo que iba a tomar su escultura hacia los temas sacros. Ha conocido los entresijos de los talleres sevillanos durante sus dos años de aprendizaje (1999-2001) en el taller del escultor dorador Emilio López Olmedo. Sus inquietudes profesionales le llevaron hasta Madrid, donde tiene taller desde 2001 en pleno centro, en el barrio de los Austrias. En todo el proceso de creación emplea las técnicas tradicionales de la imaginería religiosa española. Con arraigado misticismo y delicada sensibilidad, Antonio José busca en cada nueva obra una excusa para transmitir su más íntima visión de la fe, introduciendo en cada imagen un profundo sentimiento devocional basado en un sólido trasfondo evangélico.
El imaginero tiene obra religiosa y procesional en diversos lugares de España repartida en parroquias, hermandades y particulares. Destacan, entre otras, la Virgen de los Dolores de la Parroquia de San Nicolás (Madrid), el Cristo de la Buena Muerte (un yacente para Argamasilla, Ciudad Real), la Virgen del Dulce Nombre (Jaén), Cristo Rey en su entrada triunfal en Jerusalén (Toledo, Motril), la Virgen de la Salud (Alcázar de San Juan), el Cristo de la Redención para Jumilla (Murcia), Nuestra Señora de las Angustias (Toledo), Cristo Cautivo (Toledo, Daimiel), Nuestra Madre de la Divina Gracia (León), Nuestra Señora de Aguas Santas y Misericordia (Sevilla), Santa Teresa de Jesús (Beas de Segura, Jaén), el Lavatorio (Jaén), Santa Mónica (Valladolid)...
El arte de Antonio José nace, como el de muchos artistas, de una obsesión. Busca en su escultura reflejar otros atributos de la divinidad además de la belleza: la compasión, el perdón, la bondad, la misericordia. Sus imágenes son la consecuencia directa de esa búsqueda espiritual inherente en el hombre; pretexto para expresar cosas más íntimas y profundas desde una experiencia propia. Es evidente un gran esfuerzo por descubrir nuevas visiones artísticas, respondiendo a los sentimientos actuales y sustituyendo en lo posible los clichés formales –que muchas veces coartan la libertad de algunos artistas imagineros–, por otros más personales y más próximos al naturalismo.